La Razón...

A los 8 años, en plena crisis económica, volvía de la biblioteca de mi barrio con tres libros de la colección Robin Hood cuando sucedió.
Ni bien comencé a leer las aventuras de Huckeberry Finn, todavía en viaje, me encontré con un billete de 100 dólares. Epa. Se lo mostré a mi papá y la frenada del Renault 6 casi nos estampó contra el parabrisas.
Alli aprendí: primero, que existen los billetes falsos; segundo, que nunca más debía mostrar dólares al conductor de un vehículo en movimiento; y tercero, que los libros a a veces vienen con yapa.

Flores secas, señaldores cursis, estampitas y boletos capicúa (o casi capicúa, que son más lindos...). Machetes, folletos de pizzerías de barrio, postales desdibujadas por el paso de los años...
Tanto los libreros de viejo como quienes compran libros usados, están acostumbrados a encontrar dentro de los ejemplares algún recuerdo de sus dueños anteriores.

La mayoría de las veces, estos testigos de tiempos pasados continúan su existencia en el lugar donde se los encontró. Como si el libro mismo fuera su guardián, y el nuevo lector no se sintiera con el derecho de robarle su tesoro...Y alli es cuando uno se convierte, sin premeditación alguna, en protagonista de una historia ajena.

Fisgoneamos con culpa fingida la carta de amor de aquel libro insulso, que el tercero en discordia jamás hubiera sacado de su biblioteca. Nos reímos de la señora de peinado alto,que posa entre los lobos marinos de la Bristol, en una vieja fotografía. Suspiramos con nostalgia al encontrar un "Fiado" escrito en prolija cursiva, sobre un pedido de almacén.

En la mayoría de los casos, y para justificar aunque sea por un rato su existencia, utilizamos el objeto como señalador, y de esta manera nos ahorramos la disyuntiva entre trascendecia y tacho de basura.
A veces, en cambio, las pequeñas maravillas que puede esconder un volúmen desgastado, merecen atención especial.
Y es a ellas a quienes rindo homenaje.Tengo enmarcada frente a mi computadora, una florcita de los Alpes. Llegó a mis manos en un tomo de historia.Por lo que narra la tarjeta donde viene adherida la flor, un soldado italiano, en plena guerra, quiso hacerle llegar a sus seres queridos un dulce presente en medio del horror que estaban viviendo.

El destino (o el despistado que vendió la biblioteca de sus progenitores) quiso que me topara con este recuerdo. Tan tangible, tan triste y esperanzador que casi parece escapado de una novela . Ahora es mío.

La lectura es una de las actividades más placenteras que los hombres podemos ejercer en soledad. Y parte de ese bienestar está ligado a la exclusividad que uno siente al leer. Ese "yo sé algo que ustedes no saben" , que encontramos en la sonrisa de alguien que acaba de cerrar un libro en el colectivo. El suave sentimiento de complicidad que todo lector asiduo vive cada vez que halla una buena historia. "Yo sé algo que ustedes no saben, porque el autor sólo me lo está contando a mi. ".

Nunca me detuve a pensar en los dueños anteriores de mis libros. Estos recuerdos perdidos entre las páginas, me muestran que hubo alguien antes que yo, que disfrutó de lo mismo que ahora me toca apreciar y que, de paso, me dejó parte de su propia historia.Valoro esta conexión entre colegas lectores, porque traspasa los años. Porque existió desde siempre. Y porque es mucho más íntima y fascinante por el simple hecho de que nace a partir de un descuido.

Tal vez peque de romántica, y quiera condimentar con un toque de imaginación al hecho fortuito de olvidar algo entre las páginas de un libro. Es muy probable que sea así, ver destino donde sólo existe la casualidad. Recibir guiños de personas de antaño, cuando la realidad dicta que una imagen de hace seis décadas no es el pasaje a la vida de nadie, sino una simple foto vieja.

Muchos lo verán de esta manera, pero sé que la mayoría de los leen estas líneas, tienen una predisposición especial para creer en la magia. En esa magia chiquita, que se esconde en los lugares menos pensados. La que nos hace viajar sin que nadie note nuestra ausencia. La misma que se siente al culminar una buena novela.De esto trata la Galería.Porque ya era hora de rendir homenaje a los lectores que hacen historia.

Victoria Duche para PortalLibro.Com
Marzo 2007

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