Cartas de Familia. Pepito, Enriqueta y sus padres

Una vez comenté que es muy difícil seguir la pista de las cosa encontradas en los libros usados. ¿Qué sucedió con aquél poeta de oficina?¿Se habrá casado con su querida Catita? Una pequeña nota puede sugerir varios desenlaces, pero no vaticina ningún final concreto. “Una vez, hubo un hombre que escribió unos versos a su amada en el revés de una liquidación de sueldos”. Y nada más.

La costumbre de utilizar los libros como “cofres” – y aquí dejo de lado la variable del “descuido” a la que tanto hago alusión en la Galería – nos permite saber más acerca de algunas historias.

Este grupo de cartas, encontradas en un solo libro y rescatadas por Diego, de Libros del Árbol, narran una porción pequeña pero muy emotiva de la vida de una familia separada por el Atlántico y la Guerra Civil Española.

Podrán advertir que algunas partes fueron censuradas por las autoridades y que la mayoría de la correspondencia que intentaba mantener unida a estos parientes jamás llegó a destino.

He leído varias veces estas notas y, lejos de sentirme una intrusa, me dejo llevar por una tristísima melancolía, como si mi firma estuviera al pie de cada escrito.

Por un lado, en Buenos Aires, vivían Enriqueta, su esposo Víctor y sus hijos Enriquetita y el pequeño Víctor. La madre de Enriqueta (a la que nunca mencionan por su nombre pero que es eje de esta historia) vive con ellos.
En Barcelona, José – padre de Enriqueta – vive con sus otros hijos: Rosita y Pepito. Con ellos está el marido de Rosita y sus hijos.

En la primera carta, José cuenta a su mujer e hija como Pepito ha sido incorporado en las filas “al servicio de la República leal”. Cuenta a su esposa como su “hijo es un muchacho alto y buen mozo, que en estos dos años ha cambiado por completo” Lamenta no haber podido viajar con Pepito a América, como tenían pensado, pero el levantamiento del 36 frustró el embarco.

En la segunda carta (la que está censurada con gruesos trazos de tinta negra) Pepito escribe a su madre y hermana, ya que no sabe si sus anteriores cartas han llegado a destino. Les cuenta que, afortunadamente y luego de “estar deambulando por la zona leal española” fue destinado a Sanidad, para actuar como camillero en el frente. También comenta que su cuñado ha sido reclutado, dejando sola a Rosita, que postrada en la cama sufría la convalecencia de un mal parto. Espera que todo pronto termine para poder reunir a la familia y volver a ver a su madre, “una de las personas que más amo en el mundo”.

La tercera carta, de marzo de 1939, también es de Pepito. Pide a Enriqueta que le responda con urgencia ya que la última nota que recibió de Buenos Aires parecía dirigida a otra persona, mencionando otros nombres y obviando detalles. Pepito pide expresamente que esta vez le escriban de puño y letra, ya que está muy angustiado. Envía esta nota por medio de un vecino que viaja a Buenos Aires, tal vez temiendo que por correo nunca llegue.

En la carta fechada en octubre de 1943, Pepito escribe para comentar a su hermana lo doloroso que fue recibir la noticia de que su madre había muerto el 2 de julio.

En la última nota del grupo escribe Teresa, una prima de Enriqueta, dando el pésame y lamentando que jamás les hubieran llegado las fotos que enviaba la familia a Buenos Aires: “…fue una lástima que no pudiera ver la foto de su hijo la tía, tan hermoso que está, qué besos le hubiera dado aquel rostro amado…”

Desde 1936 y hasta el momento en que la madre de Pepito falleció, la familia no pudo reunirse.

Esto es lo que más o menos se saca en claro de las cartas. Por momentos, creyendo estar entre las páginas de un relato de Manuel Puig, siento que faltan detalles, que los nacimientos del pequeño Víctor y la niña Rosita no compensan el dejo triste y monótono de estas vidas que con muy poco hubieran solucionado sus problemas. Un mejor servicio de correo, un escape novelesco de la península en medio de la guerra, un contrabandista sin escrúpulos. Luego recuerdo que sólo es una historia real, donde los giros inesperados y las intrigas son menos frecuentes, pero donde los personajes relatan su dolor en pequeñas líneas de tinta. De tinta que mancha de verdad, que se seca y quiebra con el correr de los años. Pero sigue contando.

Victoria Duche

1 comentario:

Anónimo dijo...

... me hiciste llorar. Mi familia pasó por algo parecido y leer estas cartas me mató.